Una sugerencia opinable
Y otra vez que se acaba otra asignatura.
En este caso, una asignatura que me ha llevado y que he
llevado de la mano corriendo consciente de un sprint que me deja casi sin respiración.
Soy poco de libros de texto pese a mi apariencia
academicista, y mucho de vivir lo que he de estudiar. Y realmente, siempre me
ha gustado el lenguaje
Además e que siempre se me ha dado bien, siempre he
disfrutado con la escritura, con las normas, con las tildes, las excepciones y
con los significados. Y siempre me ha gustado porque siempre me ha gustado
leer, entender lo que leo y saber cómo está estructurado. Y pienso que esa es
la dirección adecuada. Motivar, hacerse preguntas y encontrar los por qués . Y
no hacer preguntas para creer que así motivas a buscar el por qué. Esa manera,
pedagógica, didáctica y educativamente, se ha demostrado que no tiene futuro
alguno.
Pero he de decir algo. Aun así, tenía su encanto. Parece
mentira, pero había veces que las clases eran extrañamente atrayentes.
Mis años estudiando lenguaje no eran los años de ahora,
dedicados a rellenar y a unir con flechas. “Ordena,
fija y da esplendor”, dice el lema de la RAE, de la Real Academia Española
de la Lengua. Pero poco de eso queda en la clase de Lengua Española de Educación
Primaria.
Hace poco leí un libro de uno de sus afamados
académicos, Arturo Pérez Reverte, “Hombres buenos”. En él se habla de las
peripecias y vicisitudes que dos académicos sufren, en gran parte por la
oscurantista sociedad española de finales del S XVIII para adquirir un XXXX
completo de la Enciclopedia de Dalembert, Diderot, Rousseau y Voltaire.
Pues en esas trece estamos nosotros con nuestra clase de
lengua española, aun acosada por la herencia de un “rancio” académico (Fernando
Lázaro Carreter) que quiso llenar de contenido el río cantarín incontenible de
la lengua, que brota de mil maneras, y que
a través de él, con la excusa de su intervención, y favorecidos por su
intervención se han embalsado, remansado y canalizado en diversos ámbitos y áreas.
Y quizá debamos ser ahora los profesores eseos hombres
buenos y dedicaros a luchasr por la clase de lenguaje que queremos, en vez de
lamentarnos por la que queremos. Y en este caso, volver la vista al pasado, al
revés que en la canción, es una muy buena opción.
Mis años estudiando lenguaje eran de libro y bolígrafo.
Libro para leer, que
no para memorizar, y bolígrafo para escribir, que no para tomar aldictado
contenidos. Y si ya era esto así, ¿por qué ahora si lo es?
Por lo tanto, permitidme un alegato a favor del lenguaje. De
mi querida clase de lengua española sin un libro de texto. De mis horas
hablando hablando de Platero y yo……….
¿Y a qué viene esto,
me podéis preguntar?
Creo que el lenguaje que adquirimos, el que articulamos, que
practicamos, que compartimos, que transmitimos por redes y aplicaciones
informáticas (algunas veces de forma tan deplorable que pierde su sentido y
significado y pasa a ser un pastiche insondable e ininteligible) y que
reflejamos en un trozo de papel o que expresamos
al viento no será más que la mochila de nuestras vivencias e intereses.
Recordemos que esta asignatura se llama lengua española, y
que los aprendizajes que adquiramos nos deben servir para desenvolvernos en
esta lengua el resto de nuestra vida. Y así, no se trata de exhaustividad, de
crear filólogos a los 12 años y ocupantes de cátedra con 18. Se trata de
incluir y de recoger lo subyacente con el fin de crear usuarios aventajados,
capaces de usar el lenguaje, en todas sus vertientes, con soltura.
Cada vez son más patentes dos corrientes en la enseñanza de
la lengua española.
La que busca a toda costa que el profesor cumpla con los
contenidos curriculares de todo el curso en toda circunstancia, ante viento y
marea, escrupulosa en grado sumo de que nada quede en el tintero academicista y
cumplidor; y la otra, y la que ante todo busca la vivencia, la experiencia, y
se olvida del libro, de las normas curriculares y tan solo persigue que el
alumno adquiera aprendizajes significativos desde si mismo y entre iguales,
ayudándolo de manera puntual. Y en este caso, el puntapié al libro de texto es
tarea fundamental.
Cierto es que no todo puede ser vivido en primera persona, o
no somos capaces de enfocarlo de esa manera debido a nuestras propias
limitaciones mentales, por lo que
siempre se deben suministrar pequeñas
clases magistrales muy dirigidas, como píldoras de efecto inmediato ante
problemas o en cómodas dosis individuales y personalizadas.
Centrarse en que los alumnos vivan, disfruten y experimenten
lo que es la lengua es la premisa fundamental de cualquier profesor de lengua
española.
La lengua se adquiere de la vivencia, del vivirla,
practicarla y “palparla” día a día,; de la acción, y no del estudio puntual de normas y reseñas.
Ese debería ser el compromiso que cualquier profesional
debería tener en mente. Hacer vivencial una asignatura que ante todo es
práctica, y no teórica, y que los alumnos, los verdaderos protagonistas del
proceso de aprendizaje, lleven a cabo aprendizajes significativos desde la
práctica, desde la significación, desde
si mismos, y no por el abordaje a un libro de texto que en realidad poco
tiene que aportar a consolidar aprendizajes que deben partir de la casilla de
salida de un niño, y no de la mesa de trabajo de un sesudo académico o del
redactor o el editor de una editorial que no ha dado clase en su vida a los
niños
Y una vez expuesto mi punto de vista, os quiero comentar los
aspectos más relevantes que yo mismo he
vivenciado e incorporado a mi “mochila” de lengua española.
En este caso no son libros. Son aprendizajes; son recuerdos
despiertos o despertados tras una hibernación de más de 30 años; osos de capa parda a la
espera de su primavera.
Y estos osos han venido a despertarse en la primavera de mi
nueva vida, facilitando y entorpeciendo a la vez, torpes de paso y carrera, enormes de proporción,
nobles de ser.
Conozcamos a estos osos.
Así, en la primera entrada, dedicado al lenguaje oral , a las charlas animadas, a los
debates y a la expresión, mi oso es la opinión personal. Saber expresarse.
Saber comunicar y comunicarse en un contexto; saber decir lo que queremos de
manera clara y concisa; de una manera crítica, críticamente. Pero esa crítica
no es ácida. La acidez de la crítica es un condimento que ponen los demás. Ser
crítico es ser comprometido. Es entender el contexto. Y el contexto es la base
de la buena expresión.
La
segunda entrada, dedicada a la lectura, ha despertado en mi al oso del querer,
del buscar, del leer sin control, a
bocanadas, a tragos densos y profundos
todo lo que cae en ms manos, de esa ansiedad de necesitar que todo pase
por mi vista; de disfrutar de las letras y las palabras; de no parar de asistir,
como privilegiado invitado, al devenir de acontecimientos que ni han existido
ni existirán; de apasionarme y ser un apasionado de esos hatillos de papeles
que capturan polvo, y nos trasladan allá donde estemos preparados.
Mi
afán ha sido, es y será crear, despertar y promover esa pasión que yo siento en
todos cuantos me rodean. Pero, si al menos consigo despertar la curiosidad de
alguna persona, daré por muy bien empleado el tiempo y la pasión dedicados a
este menester.
En la
tercera, la escritura, se despertó el oso del gusto por la caligrafía, por
expresar con la grafía mi propio ser, una extensión de mi que merece y debe ser
vista y reconocida por los demás. Y eso es la escritura. Una parte del yo más
personal de cada uno que cada uno debe crear en base a sus experiencias, a su
vida. La forma en que realizamos cada letra, en como las unimos, en como las separamos,
es una parte de nosotros. Y nosotros, desde nuestra posición, debemos ayudar a
que nuestros alumnos logren expresarla con naturalidad y eficiencia.
De la cuarta
entrada, ortografía y semántica, hace ya
tiempo que tengo a su medrando por mi crebro. Siempre me han encantado las
palabras. Poder decir lo que siento con sus palabras justas, ni cortas ni
largas. Precisas. Quirñurgicas. Durante un tiempo tuve que anestesiar a ese oso
en pro de la eficiencia científica. Pero ese yo, que no era yo, ya acabó.
Y nosotros
debemos ayudar a nuestros alumnos a que logren expresarse con las palabras que
ellos quieran expresar. Que el desconocimeinto, la madre de la intolerancia y
la manipulación no anide en sus cerebros. Que las herramientas de las que
dispongan les peritan ser autónomos, y que nadie, sea quien sea, ponga su voz
en sus bocas.
Y que, por
otro lado, sea cual sea el significado de lo que lean o escuchen, sepan
interpretarlo correctamente en su contexto.
He hablado
varias veces de la RAE en este trimestre, en estas entradas.
Sé que puede
resultar un tato tostón, pero conocer de donde venimos, lingüísticamente nos puede ayudar a conocer y a crear el camino
adonde vamos.
Y de la
quinta, de la morfosintaxis, de ese
monstruo que suma muchas más aversiones que simpatías, ha despertado en mi un
pequeño osezno de pelo dorado y suave. El oso de lo que aun está por venir, de
seguir formándome como al se le forman sus pata, sus ojos de botón, sus orejas
siempre alerta.
Y siempre
alerta debo estar para recoger la nueva información, los nuevos contenidos, los
nuevos recursos para los nuevos contextos.
Creo que
estos osos, puntales de mi conciencia lingüística deben volver a medrar en mi
cerebro. Y no volver a dormir jamás. Y pienso, así mismo, que estos osos, convertidos en lobos trotones,
en linces saltarines, en escurridizas
ginetas o en elásticas culebras deben medrar en los cerebros, en las mentes de
los alumnos para ser parte de su proceso de aprendizaje, de su ADN como usuarios
del lenguaje español, y de sus propias experiencias lingüísticas.
Pero, a
pesar de haber despertado, el aprendizaje esta vez no ha sido fácil, nada
fácil. El camino de esta senda lo he realizado solo, muy solo. Demasiado solo,
conscientemente inconsciente de que el camino, mi camino, se estaba separando
de la ruta que me había marcado. Pero incapaz de asumir la cascada de acciones
que debía realizar cada día he ido haciendo acopio de hormiga de las entradas
para que al final, el día indicado, poder subir documentos que puedan ser
partícipes ante vosotros de mi aprendizaje, espero que efectivo.
Como veis,
esta vez no hablo de autores, o de libros, más allá de la RAE, o al menos hasta
el momento. Porque libros hay. Y hay que hablar de ellos. Y específicamente ha habido un autor del que
me he hecho seguidor impenitente. Se trata de Francesco Tonucci. Irune nos
propuso su artículo “el nacimiento del
lector”, y como tal, he ido buscando e indagando sobre otros textos de este
mismo autor, y he descubierto un enorme caudal de información, experiencias,
opiniones contrastadas e ideas sobre el papel del niño en sus propios ambientes
y contextos que me han llevado a modificar algunos de mis puntos de vista.
Sinceramente,
os recomiendo sus libros "La ciudad de los niños", “¿Enseñar o aprender?” o “Cuando los Niños dicen ¡Basta!”, así
como los artículos.
Rissotto, A., & Tonucci,
F. (2002). Freedom of movement and environmental knowledge in elementary school
children. Journal of environmental Psychology, 22(1),
65-77.
Tonucci, F. (2001). ¿ Cómo introducir la investigación escolar?. Investigación en la Escuela, (43), 39-50.
Tonucci, F., & Rissotto,
A. (2001). Why do we need children's participation? The importance of
children's participation in changing the city. Journal of Community &
Applied Social Psychology, 11(6), 407-419.
O su contribución al libro:
Estruch, V. R., Esteve, P. P., Guerra, M. Á. S., Nonreb, O., Tonucci, F., i
Paulí, P. P., ... & Zirtae, A. (2012). Pensando en el futuro de la
educación: Una nueva escuela para el siglo XXII (Vol. 39). Grao.
Y espero que
Frato, su pseudónimo, os sirva para ver desde un enfoque más funcional, más
ecosistémico, más completo, en vez de resignarnos y ver al niño como alumno,
desde nuestro estrecho y tal vez distorsionado punto de vista.
Vivencias,
este trimestre, no he tenido tantas como otras veces en la universidad. Pero si
que he de reconocer momentos muy divertidos, momentos de asueto en clase.
Y también
algunos de los momentos más interesantes y profundos al hilo del proceso de
aprendizaje del lenguaje.
De esa clase
se generó un mapa de ideas del que estoy realmente orgulloso, y que viene a
abundar en mi interés por la exploración de los contextos, los ambientes y los
“ecosistemas”. Vaya, al fin salió esa cara mía del interés por el interés en
saber.
Pero
considero, que más que saber, mi interés debe ser comprender y ceder. Ceder
herramientas motivadoras; ceder herramientas para ayudar a comprender; ceder y
ponerme al servicio de…..
Quizá este
artículo final renga demasiado de reflexión y poco de contenido. Perdonadme si
así os lo parece. Pero es lo que brota de mi cabeza al volver a hojear apuntes,
papeles y carpetas.
NO he dado
ni recibido apenas retroalimentación sobre el trabajo.
Perdón por
no hacerlo.
Me encanta
estar en las reflexiones y al cabo de los comentarios. Pero este proceso ha
sido el proceso de una hormiga, ahorrando y buscando con qué dar forma al
armazón de mis contribuciones, y no el de el “fanático del lenguaje que bulle.
He tenido que controlar y controlarme para no desgastarme de manera inútil en
busca del fin mayor de acabar mis estudios. He debido ser egoísta, y tampoco
estoy orgulloso de ello. He tenido que primar lo funcional frente a lo
pasional. Al menos, los resultados me han acompañado, aunque la procesión va
por dentro.
Al menos,
espero que el puñado de contribuciones
que ahora subo, de sopetón, os sirvan para indagar, o para tener un punto, con
un punto me conformo diferente en algún aspecto que se relacione. Con eso,
estaré realmente contento.
Y, por
último, muchas gracias a todos vosotros, compañeros de clase.
Evidentemente
tengo mayor afinidad por unos que por otros. Es la esencia del ser humano,
elegir. Pero también elijo escuchar todo lo que se desarrolla a mi alrededor e
incorporar aquellas ideas que se plantean de forma razonada.
Y por ello, por
ayudarme a ser y convertirme en un ser mejor con cada sesión de clase, os doy
las gracias.
Y, espero
que como último paso en este blog, y
tras este proceso catártico, tan solo me queda deciros un hasta luego. ¡Buena
caza, y largas lunas!